9 d’abr. 2012

Crítica a Contraband

 
[Publicada a Tu peli (23/03/2012)]

Puntuació: 

No hay medias tintas que valgan a Mark Whalberg y Baltasar Korkámur en sus testosterónicas aventuras, artífices de este non-stop explosivo y hereditario de James Bond y demás machotes del celuloide. Contraband, más allá de su condición de remake, es un thriller de acción al más puro estilo hollywoodiense, con todo lo bueno y todo lo malo.

Ningún elemento falla a su cita: protagonista de buen corazón a quien las circunstancias obligan, mujer sufrida pero fuerte que rabia cual leona, nadie de quien puedas fiarte, y otros elementos más bien obvios que me ahorraré comentar para que no se me acuse de aguafiestas. Si la obra original –la islandesa Reyjkavík-Rotterdam, dirigida por Óskar Jónasson y protagonizada por el mismo Korkámur– hablaba un idioma realista, matizando el buenismo de todos los personajes, en Contraband los tópicos son los que marcan la pauta, con lenguaje ya no realista más totalmente peliculero. Sin embargo, estos tópicos son poco menos que bienvenidos, no molestan en absoluto. Si no se puede ser original, queda ser entretenido, y Korkámur pone toda la carne, músculos y pólvora en el asador para que así sea, con tanto entusiasmo y desenfreno como quien quema matojos y acaba incendiando bosques.

En efecto, Contraband es tan trepidante que estresa. Whalberg, quien también produce el film, en una entrevista desea, textualmente, que «el público no se sienta relajado ni un momento en toda la película». Pues así es, no hay excusa que valga para bajarse de la montaña rusa de Korkámur; curvas, loopings y pendientes se encadenan una tras otra como si de gags de Mister Bean se tratase. De hecho, la estructura de Contraband es similar a la de los films del humorista inglés por antonomasia: ambas juegan con la constante aparición de obstáculos, y aunque los sortean de distintas formas, ponen nervioso al respetable por igual, quien durante unos ciento diez minutos más que comer palomitas las engullirá compulsivamente. Y eso es lo bueno.

El caso es que el contrabando de las catastróficas desdichas no es film para viejos. Ni para quien quiera librarse del estrés yendo al cine. La obra de Korkámur está destinada más bien a almas inquietas, sedientas de acción falocéntrica en la que Whalberg, aunque alejado de poses Calvin Klein, pasea su virilidad ante buenos, malos, estadounidenses y guatemaltecos. Todos ellos desfilan por la pantalla espitados, al ritmo del curtido actor, y todos ellos cumplen satisfactoriamente con su cometido. Lo hace especialmente bien, quizás por la gracia del carácter al que representa, Giovanni Ribisi, el villano malote pero entrañable, enclenque pero cruel, de nombre Tim Briggs. Con todo, Contraband es un film entretenido y veloz, muy veloz. Y aunque quiere hacer los cien metros vallas a la velocidad de quien corre los cincuenta metros libres, y que eso le pasa factura, la obra de Korkámur funciona lo suficiente, puro speed cinematográfico.

Lo mejor: el guiño a Pollock y la percepción del arte.

Lo peor: alguna trampa innecesaria en el guión.

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