2 d’abr. 2012

Crítica a Los idus de marzo

 
[Publicada a Tu peli (23/03/2012)]

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Que este en el que vivimos es un mundo de hombres es lo que al final, en cierto modo, suscribe George Clooney con su último film, que entra estos días como anillo al dedo por su contexto político, paralelo a los acontecimientos que se están dando en los Estados Unidos. Las primarias republicanas como excusa, y sus consecuentes intercambios dialectales, tan hábiles y suspicaces como a menudo vacuos, son el perfecto escenario para el lucimiento de guionistas, que como en las películas de Fincher o Miller se encuentran en su salsa, mimados por un realizador que huele lo lúcido y auspicia lo inteligente. No sólo dirigiendo, Clooney es selecto y así lo avala su trayectoria cinematográfica, actualmente en plena madurez artística, dejando mella como actor y director, pero también como coguionista. Efectivamente, Clooney firma también parte del texto de sus films, incluyendo este último, en el que aporta conocimientos –su padre había sido candidato demócrata en el congreso de Kentucky– de los mecanismos internos en la política norteamericana.

La superficie de lo que nos cuenta Clooney, entresijos políticos de altas esferas, es conscientemente banal, destapándose su naturaleza superflua cuando se enfrentan los discursos y competencias internas entre candidatos republicanos a la presidencia con su carácter más esencial y subcutáneo; las relaciones humanas y sus dimensiones. Con la premisa de su título, que hace referencia a la traición de Bruto a su padre, Julio César, Clooney desarrolla una trama alegórica, escala de prioridades y valores de quien aspira al poder. La muerte del idealismo, la sangre fría, y el proceso de inhumanización forman parte de la hipótesis formulada aquí, bastamente asumida pero aun así de necesaria reformulación.

Clooney cuenta, para todo ello, con un reparto potente encabezado por uno de los actores de moda, Ryan Gosling. El joven rubio está excelente en su papel de consejero. Carismático y viril donde los haya, Gosling suscita empatía con poco; de carácter grave y sutil expresividad, es calmo pero atento, introvertido pero vivaz, y personifica en buena medida lo que Los idus de marzo quiere significar: metas y sacrificios, grandes ambiciones y pérdida de principios. Y todo ello en un contexto, como decíamos, implacablemente masculino, una suerte de revés a lo que Polanski describía en El escritor (2010). Prosiguiendo con el elenco, y junto a Clooney y Gosling, ambos impecables, encontramos grandísimos papeles secundarios, como los asesores presidenciales encarnados por Paul Giamatti y Phillip Seymor Hoffman, o la becaria Evan Rachel Wood, quien con su papel carga sin arrugarse con lo más implícito de la trama, drama real de lo que quema sin que debiera en la sobrealimentada hoguera de las vanidades.

Los idus de marzo es, con todo, una película moderna: absorbe lo mejor de las nuevas hornadas de series yanquis –sus textos ingeniosos y su ritmo galopante–, y dota su temática de la dualidad shakesperiana, tan actual en su pretexto, primarias republicanas de este año, y tan perenne en su mensaje, las causas y consecuencias del poder.

Lo mejor: prácticamente todo en este film es loable.

Lo peor: no es malo, pero sí un hándicap, que la historia requiere de mucha atención para captarla en su totalidad.

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