16 de jul. 2012

Crítica a Profesor Lazhar

[Publicada a Tu peli (18/05/2012)]

Puntuació:  

Profesor Lazhar constata con suma efectividad la importancia de un aprendizaje simbiótico; hasta dónde puede llegar a ser positiva la reciprocidad en el constante proceso de formación, ya no en un marco escolar sino global. Philippe Falardeau parte de esta premisa y rueda un film tan terrenal por su historia y personajes como importante por la suma trascendencia e intemporalidad de su mensaje, más allá de cualquier contexto. Pero es que allí, en ese contexto, reside también buena parte de su lucidez: un profesor argelino que proviene de un país con graves problemáticas sociales desembarca en una clase, en Canadá, con unos conflictos de mucha menor escala aunque del mismo modo sintomáticos. El microclima que allí se genera, enrarecido al principio y canalizado poco a poco por el profesor y sus alumnos, es descrito de manera sensible y magistral, nunca exenta de rigor narrativo, implosionando al final con una escena tan sencilla como memorable.

Algo que posibilita este realismo, hilo conductor de una historia con honda carga emocional, es la espléndida dirección de actores, con Mohamed Fellag al frente y seguido de una veintena de niños de inaudito desparpajo y naturalismo. Impresiona la calidad del elenco como lo hace en definitiva la película, sin excesos ni trampas oportunistas. En este sentido, es inevitable no pensar en la interesante La Clase (Laurent Cantet, 2008), que exploraba con una fórmula similar los entresijos de la pedagogía, los incentivos, disyuntivas y dificultades de una profesión tan compleja como edificante. Sin embargo, así como la obra de Cantet era más bien fría y flirteaba con lo documental tanto como huía de cualquier sentimentalismo, la de Falardeau, en tanto que cine realista y desacomplejado, no teme a lo emotivo, intrínseco al fin y al cabo a la naturaleza humana.

Profesor Lazhar es, con todo, una obra de enorme relevancia por su capacidad de trascender más allá de lo académico, en todos los sentidos, hacia una percepción integral de la educación. Eso, junto al afinado trenzado argumental que Falardeau confecciona a los personajes y sus trances –y con permiso del escrito original de Évelyne de la Chenelière–, configuran una película de imprescindible visionado y profundo poso.

Lo mejor: por citar sólo una de sus virtudes, su sereno optimismo.

Lo peor: que se pueda considerar la hermana pequeña de La Clase, siendo más bien mayor.

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