3 de set. 2012

Crítica a Margaret

[Publicada a Tu peli (07/2012)]

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La histeria se ha apoderado últimamente de las calles de Nueva York, o al menos eso es lo que reflejan varias producciones estadounidenses recientes oriundas de la metrópolis por excelencia, en las que más allá del estrés ciudadano habitual habita una suerte de psicosis colectiva un tanto exagerada que afecta a protagonistas y secundarios, niños y adultos, actores y guionistas. Películas como Un dios salvaje (Roman Polanski, 2011) o Tan fuerte, tan cerca (Stephen Daldry, 2011) lo plasman perfectamente con sus personajes hiperactivos, irascibles y gritones que llevan a la cámara de un lado a otro con el rumbo arbitrario de quien ha perdido el norte. Pues bien, una prueba más de esta tendencia la tenemos en la nueva película de Kenneth Lonergan, Margaret, en la que Anna Paquin es una adolescente en plena efervescencia a la que un hecho traumático cambia la vida.

Sigue la estela este último film de la película de Daldry; el total y precoz desconcierto de un personaje no adulto que se ve absorbido por marañas emocionales se traduce en ambos casos en comportamientos imprevisibles y de la misma forma desconcertantes, y con todo ello innecesariamente sobreexcitados. En el caso de Margaret, adolescente judía de familia adinerada, son sus ansias por arreglar algo de lo que se siente responsable lo que la arrastran por la senda de la inestabilidad sentimental hasta el punto en que todo explota, comienzo de algo llamado madurez. En efecto, Margaret es en realidad una nueva tentativa de Rebelde sin causa, clásica disyuntiva púber sobre el bien y el mal, la incomprensión de los adultos y la soledad, y aunque tiene momentos de gran cine –en especial la escena final–, es en su conjunto excesiva: a la histriónica interpretación de Paquin hay que sumarle un guión inteligente pero poco sutil, y un extenso metraje que llega a las dos horas y media. A su favor cabe mentar el hecho que el montaje final fue adulterado por la productora, por lo que el resultado puede haber perdido cierta fuerza respecto a la versión original de Lonergan.

Sea como sea, Margaret es un interesante film de un interesante director, un nuevo enfoque de una vieja historia tan ambicioso como irregular en la que las luces brillan con fuerza y las sombras nunca acaban de desaparecer.

Lo mejor: los últimos cinco minutos, extraordinarios.

Lo peor: la histeria como reacción por defecto.

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