12 de nov. 2012

Crítica a A Roma con amor

[Publicada a Tu peli (09/2012)]

Puntuació: 

Las películas de Woody Allen siempre se han definido por su libertad textual, de guiones dinámicos y dialéctica perspicaz que excusan tramas a menudo simples y a menudo reiterativas. El tiempo de dormilones, repúblicas bananeras e incógnitas sexuales ha pasado, también el de historias sencillas que devenían extraordinarias porque el Allen inspirado seducía al espectador embriagándole con su peculiar humor, con el que bombardea cual rapero desatado todos los diálogos del metraje. Y es que como todo artista, Allen ha pasado por varias épocas, y la actual se adivina la más floja, quizás porque el director se ha relajado en demasiados aspectos, quizás porque, en tanto que figura consolidada, ya no tiene la necesidad de demostrar constantemente su ingenio, quizás porque Allen, como cualquier creador, ha perdido la frescura en sus trazos. 

Resulta, sin embargo, que este último film de Allen es ya tan autoconsciente que, de perdidos al río, decide transcurrir sin excusarse en absoluto y divaga cuanto quiere sin mediar explicación. Ha llegado un punto en el que el director ya no tiene ningún reparo en mezclar lo absurdo con el supuesto realismo; lo veíamos ya en Midnight in Paris y lo vemos más aún en este nuevo fascículo de la inacabable colección del director neoyorquino. Existe, no obstante, una gran diferencia entre las peripecias parisinas de Owen Wilson, Marion Cotillard, Rachel McAdams y compañía y este relato romano: mientras que en París el elemento fantástico era constante y casaba con la percepción de ciudad fascinante e hipnótica, en Roma lo fantástico es pura patilla, un elemento gratuito que, mira por dónde, ni molesta ni desentona. Más bien se agradece este descaro, y se digiere fácil, a la sonrisa o a la carcajada. Un consejero fantasma –o fantasma consejero–, o un fenómeno paparazzi paranormal se dan como si nada mientras el turismo yanqui y el folk italiano sintonizan con Roma en pos siempre del humor desenfadado y la alegre banalidad.

A Roma con amor sigue la estructura de los últimos filmes de Allen; varias caras conocidas con sonrisas de oreja a oreja y encantadas de encontrarse entre el elenco viven singulares experiencias que se entrecruzan, dignas del anecdotario de la ciudad. En este caso son Alec Baldwin, Jesse Eisenberg, Penélope Cruz y Roberto Benigni, entre otros, los que disfrutan de la fiesta que propone Allen y le otorgan ese glamur frívolo que no falta en ninguna de sus últimas producciones. Nada que reprochar en realidad al veterano realizador, que aboga de nuevo con éxito por su innato sentido de la comicidad, salvo las molestas y repetitivas bandas sonoras europeizadas, que parecen sacadas de un jukebox de tópicos y que más que agraciar fatigan.

Lo mejor: es una película ligera, agradable.

Lo peor: la constante musiquilla tipiquísimamente italiana.

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