4 de nov. 2012

Crítica a Holmes & Watson. Madrid Days

[Publicada a Tu peli (09/2012)]

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El cine de José Luis Garci es conocido por, entre otras cosas, su conservadurismo formal, estéticamente clásico y argumentalmente debido, a menudo, a textos novelados de corte costumbrista y terrenal, lejos de lo fantasioso o alucinado. Desde Volver a empezar (1982) hasta Sangre de mayo (2008), pasando por El abuelo (1998) o Ninette (2005), todas las obras de Garci se definen por ello, y así lo hace también Holmes & Watson Madrid Days, nuevo trabajo que sigue esa estela y que aunque flirtea mucho más con la ficción pura y se permite destellos de imaginería e irrealidad, nunca deja de tener los pies en el suelo.

La llegada del detective más famoso de la Historia y su fiel acompañante Watson a la España de finales de siglo diecinueve la describe Garci con la misma seriedad con la que trataría a cualquier personaje real, a años luz por supuesto de las piruetas y fliperíos varios del bueno de Guy Pearce o las atrevidas reinvenciones de Mark Gatiss, Steven Moffat y su serie Sherlock. Aquí son Holmes y Watson los mismos ingleses respetables que Doyle describía en sus escritos, encarnados por unos solventes Gary Piquer y José Luis García Pérez que desfilan con solemnidad por el hipotético Madrid decimonónico. No obstante, hay algo en ese Madrid, y en fin, en todo el metraje, que no funciona, que empieza como un ligero temblor para acabar zarandeando todo el film. La capital española de finales de mil ochocientos se ve falsa, puro atrezo, disfraz manufacturado pero disfraz al fin y al cabo de una época y unas gentes que se ven impostados, poco creíbles. El Madrid de Holmes & Watson es como la Andalucía de Bandolera, decorado rígido y acartonado en el que todo está donde se supone que debería, y aun así huele a chamusquina y a telefilm. Y como su vertiente artística y sus decorados, tampoco funciona el guión, que en sus aspiraciones humanizadoras –Garci y Torres-Dulce ahondan en los aspectos más íntimos de la pareja británica; amoríos, principalmente– dispersan enormemente la atención de un público que no sabe hacia dónde mirar. La impermeabilidad sentimental de Holmes, la cohibida promiscuidad de Watson, se mezclan extrañamente en el argumento con las villanías del serial killer por excelencia, quien no conforme con las prostitutas londinenses se ensaña, presuntamente, también con las madrileñas.

No ayuda ésta dispersión como tampoco lo hacen algunos dejes casi subliminales, ya sea la conversación taurina entre los dos protagonistas o la aparición estelar de un Gallardón barbado en el papel del compositor Isaac Albéniz, además de algunos clichés bochornosos –el risueño revisor del tren, que canturreando demuestra lo alegre que es España, o la prostituta jerezana, analfabeta pero tan simpática, tan jubilosa–. No obstante, tampoco se arrugan Garci y Torres-Dulce a la hora de ser críticos con una clase alta madrileña en la que la corrupción es el pan de cada día, y es el mismo Holmes que la define como «oscura». Sea como sea, Holmes & Watson Madrid Days da la sensación de ser un film malogrado, que aun contando con los conocimientos de un gran aficionado a las aventuras del detective británico –Torres-Dulce pertenece a un club londinense dedicado a éste–, los decorados de un veterano bastamente galardonado –Gil Parrondo ha ganado el Oscar en un par de ocasiones, y tiene hasta cuatro Goyas–, un reparto más que notable y la dirección de José Luis Garci, ninguna de sus facetas llega a satisfacer plenamente.

Lo mejor: a pesar de sus deficiencias, es un film orgulloso y con personalidad.

Lo peor: la dirección artística y el guión, faltos de frescura.

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