[Publicada a Tu peli (11/2012)]
Puntuació: ★★★★★
No tienen cabida las
medias tintas al acabar de ver Holy Motors; de lo bello a lo infame, de la
genialidad al fútil capricho, tan sólo duda quien cree no haberla entendido o quiere
buscarle demasiadas lecturas. La de Carax es, no obstante, una película directa,
es lo que muestra, nada más; el experimento de un lingüista del cine que prueba
nuevas formas y las unifica en una sola película heterogenia, casi gratuita, en
la que los bastidores son una limusina y el escenario el París más estrambótico,
lejano a la ciudad-personaje que tantas películas han aprovechado y que aquí es
casi un accidente.
Léos Carax filma, así,
una peculiar
road movie parisina de
nueve paradas distintísimas que son nueve relatos, los unos terrenales, otros
totalmente marcianos, y que responden a antojos estéticos y argumentales de su
director. Denis Lavant, enorme, le sigue la corriente enfrentándose a todos los
roles con profesional seriedad, sin rechistar, porque de eso se trata. Holy
Motors quiere ser, si no un homenaje, sí una aproximación al mundo de la
actuación, de la identidad ficticia y pretendida. No faltan en el transcurrir
del film episodios melodramáticos –con la aparición estelar de Kylie Minogue–,
costumbristas, de cine negro, de ciencia ficción y hasta del más retorcido
humor –con la colaboración, también estelar, de Eva Mendes–, ruleta que pone a
prueba la capacidad de metamorfosis del protagonista de todos ellos, un Lavant
que lo maneja con maestría. Uno se pregunta, sin embargo, hasta qué punto el de
Carax es puro onanismo cinematográfico, demostración de
rarismo y control del lenguaje que sí, llama la atención, sorprende
y funciona, pero le cuesta muchísimo transmitir algo inteligible, no ya un
mensaje literal sino emociones o sensaciones más allá de la extrañeza. Y es que
Holy Motors se acerca más a un pulido boceto que a un punto final, a una
conclusión artística. No en vano, uno de los más potentes personajes que encara
Lavant, el comeflores de las cloacas (sí sí, come flores y vive en las cloacas),
ya había aparecido antes por las calles de Tokio en otro experimento
cinematográfico con el nombre de la ciudad y un notable trío de realizadores (
Tokyo!, Michel Gondry, Léos Carax y Bong
Joon-ho, 2008). Así, Holy Motors es la continuación de un inacabado proceso
artístico que tiene interés pero la necesidad, aún, de encontrar atajos
emocionales que transmitan algo más que admiración por lo extravagante.
No puede reprochársele al
realizador francés, en todo caso, su franqueza; el suyo es cine puro, quizás
pedante, quizás pretencioso, quizás minoritario, pero siempre curioso, fiel a
su inconformismo e inquieto en la búsqueda de nuevas expresiones
cinematográficas. Su titubeo es así justificable y hasta ameno: no cansa, no
aborrece, quizás sólo desconcierta, y eso también es de agradecer.
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