18 de febr. 2013

Crítica a Sin tregua (End of Watch)

[Publicada a Tu peli (11/2012)]

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Casi despierta alergia, a estas alturas, cualquier sinopsis que hable de un dúo de policías, premisa inexplicablemente sobreexplotada que lo mejor que ha dado es Seven (David Fincher, 1995), excepción a la que se llega pasando por infinitos peajes, a cada cual peor. Debutaba el artista de Michael Bay con Dos policías rebeldes (1995) –e inevitable secuela–, caía en el pozo de lo anodino el otrora glorificado Kevin Smith con Vaya par de polis (2010), seguían su desfile triunfal Tom Dey y Eddie Murphy con Showtime (2002), y así mil y una películas, casi todas abocadas a la risa tontorrona y el noir de poca monta. Por eso se agradece que de vez en cuando aparezcan productos como Sin tregua, una película de corte moderno, color negruzco y ambición cinematográfica que recuerda a la literatura de Don Winslow o Edward Bunker, revisada y actualizada para satisfacción del espectador mainstream.

Sin tregua aprovecha el que es, desde hace ya un tiempo, un trending topic cinematográfico: el found footage. Lo usa su director, David Ayer, para realizar una obra absolutamente actual, tanto por sus formas como por lo que cuenta; la creciente introducción e influencia de los cárteles mejicanos de la droga en Estados Unidos y los conflictos sociales que ello supone. Sin tregua es la crónica de las patrullas que una joven pareja de policías de Los Ángeles hacen a diario, y los conflictos en los que se van encontrando. Lo que parece rutina deviene poco a poco un peligroso enredo con bandas de narcotraficantes, cada vez más difícil de controlar. La cámara en mano por la que opta Ayer otorga a la narración un nervio y punch que de otra forma difícilmente se apreciaría, haciendo que sintamos el pavor directamente, en primera persona, y si bien tiene las mismas trampas que por ejemplo Chronicle (Josh Trank, 2012), uno las pasa por alto sin demasiados resquemores. Se agradece además el trabajo interpretativo de Michael Peña y Jake Gyllenhaal, creíbles en su rol de policías molones que demuestran además tener química.

Así, Sin tregua es un film correcto, muy entretenido y seco a la hora de mostrar la creciente violencia de su trama, sin ninguna floritura de más ni espectacularidad gratuita a lo Bay y compañía. A reprochar, quizás –y como siempre–, que no se preocupe un poco más de pulir según qué clichés, aunque nada empaña su modernez y efectividad en tanto que agraciado blockbuster no apto para hipsters amantes de brujas de Blair, holocaustos caníbales, u otras viejas glorias del formato, if you know what I mean.

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