11 de febr. 2013

Crítica a Un buen partido

[Publicada a Tu peli (11/2012)]

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Navegar en el mar del convencionalismo artístico es sumamente fácil; uno se deja llevar por una brisa en ocasiones agradable, en otras irritante, que lo máximo que despeina es un tupé falto de gomina y que hace llegar siempre a la hora programada al puerto programado, que es el olvido prematuro. Nada que reprochar de ese tipo de entretenimiento si no fuera por su sobreabundancia en las salas y en el mundo, perdonable en este caso por las hermosas faces que lo condimentan. Sí, ese es nomás un envoltorio pero qué más da, nadie espera más que eso, pasarlo bien una horica y media viendo a Gerard Butler y su sonrisa de díscolo bonachón, padre impuntual y bla bla bla, y a las monas de Jessica Biel, Uma Thurman y Judy Greer más, sobretodo, la esplendorosa Catherine Zeta-Jones, que sigue siendo una divinidad con patas. Lo tomas o lo dejas, uno sabe a lo que va así que no hay decepción que valga.

En cuanto al argumento, Un buen partido vendría a ser la clásica historia de redenciones y amores verdaderos, que habla en este caso de un exjugador de fútbol triunfador y donjuán en horas bajas que quiere ser al fin responsable pero tiene que vérselas con un montón de mamis sexis que revolotean a su alrededor, tentándolo constantemente. Él, huyendo del pensamiento fálico, intentará centrarse en recuperar a su familia, que es a quien realmente quiere, pero no será fácil, etc. Nada que no diga el tráiler y nada que falte a su cita en este compendio de clichés, ni tan siquiera aquella pregunta que es ya un himno del cine romanticón, pronúnciese con mirada penetrante y tono grave: «¿Te hace reír?». Efectivamente, ni la archipregunta elude sus obligaciones en una producción impúdica en su topiquismo que trota alegremente por las salas, recauda su dinerillo y se va por donde ha venido, como tantas otras. No está de más, eso sí, recordar que la dirige el realizador italiano Gabriele Muccino, algo que no sorprende por su convencional técnica ni sus dejes cursis pero sí en su pobre exigencia emocional y argumental, nada que ver con los precedentes yanquis del director, En busca de la felicidad (2006) y Siete almas (2008).

Un buen partido es pura brisa, un paseíllo calmo e insustancial por las transitadas rutas del romanticismo estándar, a las que no abandona ni un segundo. Y es que la nula originalidad del guión de Robbie Fox es algo casi insólito, no tanto por el marco –estadounidenses hablando de soccer, poco habitual– como por su estructura, tan acotada como los pasos de una sardana. Sea como sea, la de Muccino es una película inofensiva, ni molesta ni demasiado larga, que se traga con facilidad y confirma, además, la divertida dualidad de Butler, equilibrista entre el machotismo extremo de 300 (Zack Snyder, 2007) o Un ciudadano ejemplar (F. Gary Gray, 2009) y la sensiblería  romántica de Posdata: te quiero (Richard LaGravenese, 2007) o la que hoy nos ocupa. Todo un highlander.

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