22 d’abr. 2013

Crítica a Coriolanus

[Publicada a Tu peli (01/2013)]

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Coinciden en pocos meses dos revisiones de los textos del dramaturgo por antonomasia, ejemplos de cine singular que adaptan a Shakespeare de forma libre, con un único punto en común que es la actualización de su obra al contexto contemporáneo. Partiendo de esta premisa, distan en todo lo demás, ofreciendo sendos relatos desde ópticas casi antónimas pero en ningún caso faltas de interés. La primera es la adaptación del Julio César shakesperiano de dos veteranos del séptimo arte, los hermanos Taviani, rodada con un preciosista formato documental que describe los ensayos e interpretación de la obra por parte de presos romanos, entregados a la pasión y la retórica de Sir William. Paolo y Vittorio Taviani usan el blanco y negro digital, la geometría de la arquitectura carcelaria y el aspecto rudo de sus protagonistas para destacar el omnipresente contraste en su película, ambivalente exhibición de fealdad y belleza que les valió el máximo galardón en la última Berlinale. César debe morir cuenta también con el implícito paralelismo, tan potente como autoconsciente, del relato de Julio César trasladado a día de hoy en unas circunstancias muy concretas, con símiles aislados pero visibles y significativos. 

Coriolanus, opta, en cambio, por una estricta reescritura, y lejos del realismo documental y de la adaptación de los textos al presente, el director se inclina por lo contrario, moldeando la realidad a su antojo por tal de acercarse a la obra original. Rueda así una suerte de dimensión paralela en la que Roma sigue siendo un imperio acechado por hostiles invasores con sed de guerra. En este contexto, en el que ya desde el principio es difícil encontrarse, se desarrolla una historia de romanticismo militar, de amor por la patria y de traiciones a gran escala que, lejos de la sutileza, pretenden demostrar la atemporalidad de su texto. Esto es, Ralph Fiennes sostiene el discurso del dramaturgo con tanta seriedad como requiere la obra, y procura en todo momento una trama congruente, trasladable a nuestros días. Pero no, Shakespeare no es un autor actual, por mucho que aborde disyuntivas humanísimas y universales; ni su literalidad, ni su retórica, ni su idealismo romántico pueden transcribirse a la actualidad sin que el paralelismo que pretende Fiennes se resienta, algo que en efecto ocurre en Coriolanus. Tanto su transcurso como sus conclusiones son forzados, estimables en tanto que fantasía coetánea pero difícilmente otorgables a la situación contemporánea. El tono de la obra es tan magnificente como su fuente, elogioso de lo militar, convencido de su importancia y despectivo hacia una plebe que ya no es, todo ello extraño y al fin caduco.

Encontramos, más allá de eso, un guion esforzado que respeta la lírica del dramaturgo británico y que firma John Logan, guionista de La invención de Hugo (Martin Scorsese, 2012), Sweeney Todd (Tim Burton, 2007) o Gladiator (Ridley Scout, 2000) entre otras, y unánime excelencia interpretativa, con un reparto encabezado por el mismo Fiennes con Vanessa Redgrave, Gerard Butler y Jessica Chastain, entre otros. Quizás es en este elenco, en su dirección, en la credibilidad que otorgan los actores a una trama casi inverosímil donde se encuentra lo mejor de la ópera prima de Fiennes, película entretenida, curiosa y atrevida pero algo fallida en su mayor ambición.

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